sábado, 7 de agosto de 2010

Máscara de Hielo

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El fuego es peligroso, y atrayente a la vez. Hermoso y vivo, pero quema… siempre quema.

Y definitivamente, cuando te queman duele, y yo no quería sufrir.

Debía reconstruir mi fortaleza y cimentarla con mi orgullo. Tenía que ser fuerte, más fuerte que un volcán, más devastadora. Aquella sería la única forma de vencer a Li Shaoran, el príncipe arrogante. No agacharía la cabeza ante él de nuevo, me juré. Le devolvería todas y cada una de las veces que me había hecho sufrir, todas las lágrimas y mis miedos más profundos. Él no era buena persona y yo no tenía por qué seguir quemándome.

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Sus dedos se encontraron con los míos y los recorrió suavemente, dibujando líneas invisibles desde las puntas hasta la palma. Fue un mero toque que traspasó mi piel, mis sentidos, mi alma. Fue fuego y cielo a la vez. Entrelazó sus dedos con los míos y les dio un ligero apretón. La calidez de su palma descubrió un vacío que no sabía que existía y lo llenó de claridad. Fue algo inocente y puro, libre de pecado, pero a la vez lleno de él.

Esto estaba mal, no se supone que debería ser así.

- Yo…

Me zafé de él y salí corriendo. Corrí hasta morir porque tenía miedo. Me asustaban aquellas emociones que solo yo podía sentir, porque estaba claro que para él era un juego sádico en el que era experto. A la vez me sentí estúpida y pequeña de nuevo. ¿Por qué no habré sido valiente y habré escuchado lo que él tenía que decirme?

¿Por qué no podía simplemente pedirle explicaciones sobre lo que había hecho?

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