jueves, 29 de julio de 2010

Cap. 19.- Sobreponiéndose al dolor.

—Era mi amigo.

— ¿Y? él ahora esta tan jodido como tú o tal vez peor por haber dejado a su bebé desamparado más sin embargo su novia saldrá adelante porque tiene a alguien por quien vivir y tu deberías hacer lo mismo.

Entonces tire la carta en la basura.

Pero los minutos se hacía horas que se convertían en días y el tiempo seguía siendo el mismo, nada había cambiado o al menos yo no lo había hecho. Infinidad de veces sonó el teléfono preguntando por mí pero nunca me pasaron las llamadas por lo cual pensé que todo esto era un sueño y en algún momento iba a despertar pero pasada la realidad volvía del sueño y menos ganas de vivir me daban.

—…te amo…

— Hacer el amor contigo fue como hacerlo con una persona que lo hace por primera vez…

—Yo también te amo…

—Tendremos lo nuestro y será hermoso hasta que ya no lo sea más…

Aquellas palabras me taladran la cabeza que no dejaba de dolerme ¿en qué me había equivocado?, ¿había hecho todo eso por ella, no? Pero aún a pesar de saber que había hecho lo correcto no me sentía bien, me sentía arrepentido de todo lo que dije y lo que le hice creer.

Podía levantarme ir al aeropuerto y viajar a Tomoeda para implorar el perdón y que me dejara regresar a su lado aun a pesar de saber que ella ya tenía una nueva vida o podría tomar todas las pastillas que me habían recetado como calmantes y suicidarme de una vez pero eso sería joder aun más a mi madre y yo no quiero eso.

¿Qué hacer?, ¿cómo saber cuál es la respuesta correcta?

Pero no llegaba la señal, no había nada que me dijera que tenía motivos para vivir porque ciertamente estoy solo; mi madre no me vivirá por siempre y mis hermanas pronto ser irán y yo… me quedare solo otra vez…

Unos pasos entraron con sigilo a la habitación cuidando de que yo no me despertara aun sabiendo que yo ya no podía dormir. Se sentaron a mi lado y lo primero que hicieron — como siempre — fue besar mi espalda y acariciar mi cabeza.

—Vamos mi vida, tienes que comer algo.

Mi madre no lo entendía, no podía hacerlo.

Por una semana me dedique a recostarme boca abajo en la cama sin una prenda de vestir, sin bañarme, sin hablar, casi sin respirar.

Podía sentir el suave tacto de sus manos acariciar mi cabeza y besar mi frente mientras pasaba sus manos por mi espalda que seguramente estaba hasta los huesos.

—Me gustaría que bajaras a comer algo, tu hermana te prepara un poco de…

—Quiero estar solo — dije cortante —por favor madre vete.

Escuche un suspiro tal vez de que se estaba contendiendo el llanto. A veces me costaba mucho trabajo poder formular una palabra y hacerla salir de mi boca y cuando lo hacía, cuando lo lograba hacer resultaba hacerlo de una manera fría e hiriente para las cinco mujeres más… para las seis mujeres más importantes de mi vida, ya había lastimado a una de ellas pero las demás…

—Está bien — dijo tragando saliva —, si se te ofrece algo sólo llámame.

Me habían visto tan mal que llamaron al médico de la familia para que me revisara por mi falta de apetito y mis desvelos llorando como loco, se preocuparon tanto en esos días que llegue que pusieron un reloj en mi muñeca que al menos medía el nivel de latidos en mi corazón y si en determinado momento se detenía este haría un sonido ensordecedor que en cualquier lugar de la casa alguien acudiera en mi auxilio.

Quería morir y no me dejaban.

Pero no se puede tener todo en la vida.

Pasaron cinco días y opte por dejar que el sol me llenara por completo mientras caminaba por aquellas calles que había dejado a los doce o a los trece años, recorriendo los bancos, viendo los museos o los parques llenos de niños jugando o de parejas felices dándose cariños.

Corrí… corrí todo lo que pude para deshacerme de aquel sentimiento, no quería pensar en nada de no ser en desear que aquella noche fuera más clara pero siempre veía lo mismo, lo mismo y lo mismo…

Entre a una miserable iglesia, yo no soy católico ni judío ni ninguna de esas religiones que se basan en no sé que Dios o algo así… sólo entre para encontrar algo de paz en mí pero me di cuenta de que yo no era el único que estaba sufriendo; muchas personas estaban sentadas y otras hincadas mientras murmuraban algo a no sé qué imagen que estaba como mirándote con ojos azules y cabello largo color chocolate… no sé, lucia algo extraño pero igual me senté como muchos otros para cruzarme de brazos y encontrarme con esa paz.

Conocía algo de esas religiones católicas pero ciertamente no me llamaba la atención cambiar mi religión por encontrar la paz, eso suena al cristianismo pero igual daba pensar en eso porque ya estaba dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario